domingo, 5 de agosto de 2018

El embarazo y la maternidad en el Bicentenario de Boyacá


Durante el bicentenario, había un desconocimiento en general del cuerpo humano, el mismo que existía sobre maternidad, el embarazo, el alumbramiento, nada que ver con la actualidad, siglos atrás, la muerte tras el parto era el pan de cada día, la mujer estaba relegada a un papel bastante secundario, esposa y madre eran sus principales misiones.
Ser madre, aunque algo natural, venía cargado de peligros debido al desconocimiento de todo el proceso, desde la concepción hasta el alumbramiento. El primer misterio consistía en saber si una mujer estaba encinta. La falta de la menstruación, a veces no era suficiente prueba. Según los médicos,  un cambio en la coloración de la orina hacia un color más rojizo eran señal de embarazo. También el oscurecimiento de los ojos de la mujer. Otro método consistía en meter un ajo debajo de la almohada, si la mujer al levantarse no tenía aliento del mismo, era señal de que estaba esperando un niño. Sería el paso del tiempo el único que corroboraría el estado al 100% … Por otra parte cabe decir que algunas mujeres que no podían quedar embarazadas recurrían a pócimas y brebajes. Las recomendaciones de los médicos era el reposo después del acto sexual para facilitar la concepción.


Una vez la mujer estaba embarazada, el mayor temor era la posibilidad de abortar, las recomendaciones para evitarlo eran, no practicar el coito, evitar caídas y golpes y no tomar medicinas laxantes. Una vez constatado el estado de buena esperanza, una preocupación más, era conocer el sexo del bebé. De aquí nacían otra serie de teorías y supersticiones. Si el bebé era de sexo masculino, la mujer se sentía más ligera, con mayor apetito, se le movía más el ojo derecho, así mismo le crecía más el pecho derecho y también la mejilla derecha que se hinchaba, y además, paría antes. Por el contrario, si venía una niña el embarazo era más molesto y las piernas se hinchaban. La preferencia era siempre la de un varón, dado que las niñas eran discriminadas desde la infancia. Una niña era un desilusión e incluso se la amamantaba menos tiempo que a los varones.
La salud del bebé y como se gestaba, también era motivo de temores. Se decía por ejemplo que si el niño era engendrado durante la menstruación,  nacería débil y tendría en el futuro temibles enfermedades. Cuando se acercaba la hora del parto, la mujer solía rezar, poner velas en casa o portar talismanes. En el parto siempre ayudaba una comadrona, llamada de aquella partera. El alumbramiento normalmente se daba en el hogar de la parturienta. Las familias más acomodadas preparaban una estancia para ello. Los nobles utilizaban la habitación conyugal y la solían adornar con flores u objetos, telas, tapices… En el caso de las menos adineradas, también se daba a luz en el hogar, o incluso en el campo, pues muchas es donde trabajaban y lo hacían hasta el último minuto, pariendo allí.

2 comentarios:

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  2. Hay que tener en cuenta la importancia de este tema en el entorno que vivimos hoy en día.

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